Pensaba que era casualidad que todos los globos del barrio vinieran a parar a nuestro patio y que mi hija estaba confundida cuando decía que el vecino tenía un perro.
Hasta que descubrí quien tiraba los globos y al perro protagonista de sus funciones privadas de títeres desde la ventana del primer piso.
Se mudó. La verdad es que se lo extraña y mucho.
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