Cuando me pierdo en los blogs puedo tomar dos caminos.
El de los que escriben planteos teológicos, filosóficos, poesía, generalmente escritos por hombres.
El de los cotidianos, coloridos, más o menos íntimos, con ideas para hacer cosas que jamás llevaré a la práctica y profusión de links a la derecha, generalmente escritos por mujeres.
Habrá hombres que fabriquen almohadones, lean sobre lactancia materna y escriban sobre los hijos y el tiempo (o la falta de tiempo).
Y mujeres que fabriquen estereogramas, lean a Séneca y escriban sobre Dostoievski.
Pero todavía no los encontré.
Son caminos que rara vez se cruzan. Ir para uno u otro lado depende del humor, del sueño, del tiempo...
Descubrí los blogs a través de los primeros y me volví adicta gracias a los segundos.
Unos me hicieron ver la vida con otra mirada y otros sentirme acompañada en mi licencia por maternidad (ya lejana) y en la búsqueda del equilibrio entre el trabajo y la familia
Por los primeros pensé que jamás podría escribir un blog. Por los segundos estoy acá sentada.
Inventores de juguetes y fanáticos de Miyasaki hay en ambos lares.
Algunos desaparecieron y se extrañan.
Por otros pasé alguna vez y no sabría volver a encontrarlos
A todos les estoy agradecida.
Cuando me pierdo en los blogs me cuesta encontrar el límite.
Por suerte en casa hay un adicto en recuperación que me da una mano y que aunque ahora proteste es en parte responsable de haber abierto la puerta.