Preocupaciones intrascendentes

Estoy sola. Recién llegada, en una habitación de hotel silenciosa y enorme.
Por primera vez la vida pedí que me traigan un café con leche con tostadas con la esperanza de que comiendo algo + paracetamol x2 sea = a chau dolor de cabeza.
En un rato tengo una comida en la casa de un amabilísimo anfitrión local famoso por su habilidad en la cocina. En la invitación preguntaba si alguien tenía alguna fobia alimentaria pero como en un principio lo más probable era que no viniera me pareció innecesario aclarar que odio todo tipo de queso. Antes cuando lo comía por educación lo tragaba como remedio. Ahora perdí la educación y digo que no me gusta. No me dió la cara para decirle voy (a último momento) y no me gusta el queso. Somos pocos por lo que un plato lleno es indisimulable. Creo que las posibilidades de que una comida tenga queso son 50%. Espero tener suerte con la comida y sino por lo menos no hacer papelones.
También espero tener suerte mañana por que todavía no terminé el trabajo que tengo que presentar.  Eso es más preocupante que el menú pero viene después entonces me voy a hacer problema recién después del postre.
Me da mucha lástima estar en Rosario después de tantos años y no salir a caminar por la costanera, no haber llamado al primo de mi abuela que vive acá, y estar encerrada esperando que se me pase el dolor de cabeza (que para escribir acá no molesta para nada) para ponerme a trabajar.
Mañana cuando termine voy a ir aunque sea valija en mano a caminar hasta el río (por que no habré traído mochila? la pregunta es retórica: la ropa para un día hubiera entrado perfectamente pero los millones de papeles que traje al divino botón no),  de ahí a la terminal, colectivo y vuelta a casa. Me parece raro venir a Rosario así pero la culpa es mía. Todo a último momento y a las corridas. Siempre me pasa lo mismo y no creo que eso cambie, tampoco que consiga acostumbrarme y todo me resbale. En casa ya nadie me da bolilla, por eso vine acá. Escribirlo me sirve un poco de consuelo.